Dr. Charles Stanley
"Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto" (Jn 11.21)
Cuando
uno se siente decepcionado, es fácil culparse a uno mismo y a los
demás. Con frecuencia, es difícil saber qué decir o qué hacer debido a
lo doloroso que es identificar la causa o el propósito de la
frustración.
La
decepción es una respuesta emocional a nuestro propio fracaso -o al de
otra persona- por alcanzar un sueño o una meta. Esto puede resultar en
la pérdida de fe en una persona en quien confiábamos.
El
Evangelio de Juan nos dice que Jesús amaba a Marta, María y Lázaro. Por
esto, las dos mujeres no sintieron la necesidad de decirle al Señor
nada más que "el que amas está enfermo" (Jn 11.3).
Su expectativa era que tan pronto como el Señor Jesús oyera estas
palabras vendría a sanar a Lázaro. Pero el Señor no se presentó sino dos
días más tarde.
Cuando
Marta se encontró con el Señor Jesús, estaba decepcionada porque Él no
había venido de inmediato, y su demora permitió que Lázaro muriera. No
entendía por qué no había respondido a tiempo.
Pero,
en verdad, Dios tiene una razón para las decepciones que permite en
nuestra vida. Podría evitarlas, pero quiere que descubramos su
propósito. Su deseo es que vivamos por fe, y que permitamos que nuestras
circunstancias lo glorifiquen (Jn 11.4, 25).
Cuando
vengan las decepciones, ¿se apartará de la voluntad del Señor para su
vida? ¿O descubrirá que está comenzando a entender el propósito de Dios,
para que pueda aprender de esas situaciones? La respuesta correcta es
simplemente confiar en Él.
Gracia y Paz del todopoderoso para tu vida...
Pr. Dolreich Artigas
No hay comentarios.:
Publicar un comentario