Dr. Charles Stanley
"Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Jn 17.3)
Los
creyentes hacemos muchas cosas maravillosas en el nombre de Dios. Pero,
a veces, la acción de servir se vuelve más importante en nuestra mente
que el Maestro mismo. Oseas 6.6 deja en
claro las prioridades del Señor: "Porque misericordia quiero, y no
sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocausto". Él quiere
nuestra atención más que cualquier ofrenda o buena obra.
Lamentablemente,
muchos cristianos nunca van más allá de una buena obra de vez en
cuando, o de una lectura ocasional de la Biblia. Ignoran la invitación
oportuna del Espíritu Santo para que dediquen tiempo a la oración y al
estudio de las Sagradas Escrituras, porque los consideran asuntos
sumamente difíciles o porque no se ajustan a su estilo de vida. Además,
tienden a adorar a Dios por deber. ¿Es ese su caso? Si es así, debería
saber que, si bien, profundizar su relación con Dios requiere tiempo y
compromiso, es también inmensamente gratificante.
Todos
hemos sido creados para conocer a Dios. Él inculcó en nosotros una sed
que no estará satisfecha hasta que le busquemos para tener comunión con
Él y le expresemos nuestro amor. Pablo dijo: "A nada le concedo valor si
lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por
causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio
de ganarlo a él" (Fil 3.8 DHH).
Fuimos
creados para tener una relación estrecha y personal con el Señor, y
también para darle gloria. Rendirle homenaje con nuestras ofrendas y
buenas obras es una extensión natural de ese designio, sin embargo,
nuestra responsabilidad principal es pasar tiempo con Él.
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