Cuando aceptamos la invitación de Dios
Dr. Charles Stanley
Las
peticiones sencillas de Dios son, a menudo, peldaños que conducen a
mayores bendiciones en la vida. Cuando Simón Pedro aceptó la invitación
de Jesús, cambió de ser un pescador de peces a ser un pescador de
hombres.
Una
noche improductiva de trabajo había dejado agotado a Pedro, sin duda
alguna. Sin embargo, le permitió al Señor Jesús subir a su embarcación
para que le hablara a la multitud. Cuando el Señor terminó de hablar, le
pidió al veterano pescador que se dirigiera a aguas más profundas.
Pedro sabía que la hora no era buena para pescar, pero obedeció y fue
bendecido, no con una, sino con dos barcadas de peces.
A
menudo, las bendiciones de Dios son resultado de obedecer peticiones
que parecen ilógicas. Aunque preferimos que nos pida realizar algo
grande para impactar multitudes, la obediencia en lo pequeño es nuestro
mayor logro. Si desobedecemos el llamado a cumplir con alguna acción
menor, ¿qué razón tendrá para confiarnos mayores responsabilidades?
Si
Pedro se hubiera negado a prestar su embarcación al Señor o a salir a
pescar, habría perdido la bendición inmediata de tener una gran pesca, y
quizás también la oportunidad de ser un discípulo de Jesús. Al caminar
con el Señor durante tres años, Pedro fue testigo de milagros más
espectaculares que aquella gran pesca: Un ciego recuperó la vista;
Lázaro fue resucitado; y ante la petición del Señor Jesús, el mismo
Pedro caminó sobre las aguas. Es decir, todo eso fue resultado de
aceptar el llamado del Señor cada vez que Él le pidió que hiciera algo
aparentemente pequeño.
DIOS BENDIGA TU VIDA CON GRACIA Y PAZ
Pr. DOLREICH ARTIGAS
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