Por Jennifer Benson Schuldt
Lectura: Isaías 1:1-4, 12-18
"Vuestros pecados [...] como la nieve serán emblanquecidos" (Isaías 1:18).
Un
día, estaba llevando a mi hijo a casa desde la escuela, cuando comenzó a
nevar. Los copos caían sin parar y con rapidez. Al rato, nos detuvimos,
encerrados por el tráfico, y desde nuestro vehículo, observamos una
transformación. Pedazos oscuros de terreno se volvían blancos. La nieve
suavizaba el duro perfil de los edificios; recubría los autos que nos
rodeaban, y se acumulaba en todos los árboles a la vista.
Esa
nevada me recordó una verdad espiritual: así como la nieve cubría todo
lo que nos rodeaba, la gracia de Dios cubre nuestro pecado. Pero la
gracia no solo cubre el pecado, sino que también lo borra.
Mediante el profeta Isaías, el Señor interpeló a los israelitas,
diciendo: «Venid luego [...] y estemos a cuenta: si vuestros pecados
fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos...» (Isaías
1:18). Cuando Dios hizo esta promesa, sus hijos tenían un doloroso
problema con el pecado. El Señor los comparó con un cuerpo físico
infectado de «... heridas, moretones, y llagas abiertas, que no les han
sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite» (v. 6 NVI).
Por
más terrible que fuera su pecado, Dios estaba dispuesto a extenderles
su gracia. Como hijos suyos hoy, tenemos la misma seguridad. El pecado
puede manchar nuestra vida, pero cuando nos arrepentimos y lo
confesamos, tenemos «... el perdón de pecados según las riquezas de [la]
gracia [de Dios]» (Efesios 1:7).
El peso del pecado solo se compensa con la sangre de Cristo.
DIOS BENDIGA TU VIDA CON GRACIA Y PAZ
Pr. DOLREICH ARTIGAS