sábado, 31 de mayo de 2014

EL PERDON DE DIOS

Blancos como la nieve    

Por Jennifer Benson Schuldt
Lectura: Isaías 1:1-4, 12-18
"Vuestros pecados [...] como la nieve serán emblanquecidos" (Isaías 1:18).

Un día, estaba llevando a mi hijo a casa desde la escuela, cuando comenzó a nevar. Los copos caían sin parar y con rapidez. Al rato, nos detuvimos, encerrados por el tráfico, y desde nuestro vehículo, observamos una transformación. Pedazos oscuros de terreno se volvían blancos. La nieve suavizaba el duro perfil de los edificios; recubría los autos que nos rodeaban, y se acumulaba en todos los árboles a la vista.

Esa nevada me recordó una verdad espiritual: así como la nieve cubría todo lo que nos rodeaba, la gracia de Dios cubre nuestro pecado. Pero la gracia no solo cubre el pecado, sino que también lo borra. Mediante el profeta Isaías, el Señor interpeló a los israelitas, diciendo: «Venid luego [...] y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos...» (Isaías 1:18). Cuando Dios hizo esta promesa, sus hijos tenían un doloroso problema con el pecado. El Señor los comparó con un cuerpo físico infectado de «... heridas, moretones, y llagas abiertas, que no les han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite» (v. 6 NVI).

Por más terrible que fuera su pecado, Dios estaba dispuesto a extenderles su gracia. Como hijos suyos hoy, tenemos la misma seguridad. El pecado puede manchar nuestra vida, pero cuando nos arrepentimos y lo confesamos, tenemos «... el perdón de pecados según las riquezas de [la] gracia [de Dios]» (Efesios 1:7).  

El peso del pecado solo se compensa con la sangre de Cristo.

DIOS BENDIGA TU VIDA CON GRACIA Y PAZ

Pr. DOLREICH ARTIGAS
Lo más importante 
 Dr. Charles Stanley
"Y les dijo: Cuando oréis, decid..." (Lc 11.2)

Muchos de nosotros hemos rediseñado el tiempo de oración para "ajustarlo" al afán de nuestras vidas y para tener más comodidad, olvidando que lo más importante de la oración es nuestra relación con Dios.

La oración debe ser un tiempo de separación del mundo para estar con el Señor. Esto tiene lugar cuando entregamos planes, prioridades y nuestra propia vida al gozo de acercarnos a nuestro Padre celestial. Es una ocasión para experimentar el amor de Dios, y para expresarle el nuestro a Él; para recordar que la vida está centrada en el Señor Jesús, y que nuestra prioridad es obedecerle. Es donde nuestras almas se nutren, y recibimos fuerzas para continuar.

Para nosotros, como hijos del Rey, la oración es el medio para comunicarnos con Él. Es, también, una de las maneras fundamentales para recibir sus respuestas. Pero aun más importante, es un tiempo para deleitarnos en la presencia de Dios nuestro Padre celestial, y de Jesús nuestro Salvador; y para ser guiados por el Espíritu Santo en la conversación celestial.

El valor de la oración se ve en la vida de Jesús. Él se apartaba con frecuencia de las multitudes e incluso de sus propios discípulos con el fin de pasar tiempo considerable con su Padre. ¿Qué valor le da usted a la oración? ¿A quién o qué busca por medio de sus oraciones? ¿Con qué frecuencia entra en el trono celestial simplemente para pasar tiempo con Dios? Dedíquese a buscar con ahínco una vida de oración como la de Jesús, teniendo a Dios mismo como centro de atención y prioridad absoluta.

 Dios bendiga tu vida con Gracia y Paz

Pr. Dolreich Artigas

jueves, 29 de mayo de 2014

LA GRACIA DE DAR     
Dr. Charles  Stanley

"... las iglesias de Macedonia... en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad" (2 Co 8.1, 2).

Hoy vivimos bajo un nuevo pacto establecido por Dios mediante la sangre derramada de su Hijo Jesús (He 9.15). En base a lo que Cristo hizo, Romanos 12.1 nos dice que nos presentemos "en sacrificio vivo y santo, agradable a Dios". Si usted es hijo de Dios, todas sus capacidades, tiempo y dinero pertenecen a Él.

Este principio puede evidenciarse en la iglesia primitiva. Esos primeros creyentes vendían con entusiasmo sus propiedades y sus bienes para atender las necesidades de las personas a su alrededor (Hch 2.45). En respuesta a su generosidad, Dios los bendecía con un corazón gozoso, el favor de los demás, y un gran crecimiento.

Las iglesias de Macedonia entendieron también la prioridad de dar. A pesar de que los creyentes de allí eran sumamente pobres, rogaron por tener la oportunidad de ayudar económicamente. Segunda a los Corintios 8.7 (NVI) dice que sobresalieron en la "gracia de dar".

Bajo la ley del Antiguo Testamento, Dios requería un diezmo (la décima parte de los cultivos de una persona y de sus animales) para apoyar al templo (Lv 27.30-32). Cuando la nación se alejó de esta práctica, el Señor envió a Malaquías para amonestarlos en cuanto a las consecuencias de desobedecer. Al quedarse con el diezmo, estaban robando a Dios lo que era de Él por derecho (Mal 3.8). Nosotros, por supuesto, no queremos ser culpables de quedarnos con el dinero que le pertenece a Dios.

Por habernos designado como sus mayordomos y confiado sus recursos, Dios espera que demos generosamente. Si confiamos a Dios nuestras finanzas, sobresaldremos en la gracia de dar.