Dr. Charles Stanley
"... las
iglesias de Macedonia... en grande prueba de tribulación, la abundancia
de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su
generosidad" (2 Co 8.1, 2).
Hoy vivimos bajo un nuevo pacto establecido por Dios mediante la sangre derramada de su Hijo Jesús (He 9.15).
En base a lo que Cristo hizo, Romanos 12.1 nos dice que nos presentemos
"en sacrificio vivo y santo, agradable a Dios". Si usted es hijo de
Dios, todas sus capacidades, tiempo y dinero pertenecen a Él.
Este
principio puede evidenciarse en la iglesia primitiva. Esos primeros
creyentes vendían con entusiasmo sus propiedades y sus bienes para
atender las necesidades de las personas a su alrededor (Hch 2.45). En respuesta a su generosidad, Dios los bendecía con un corazón gozoso, el favor de los demás, y un gran crecimiento.
Las
iglesias de Macedonia entendieron también la prioridad de dar. A pesar
de que los creyentes de allí eran sumamente pobres, rogaron por tener la
oportunidad de ayudar económicamente. Segunda a los Corintios 8.7 (NVI) dice que sobresalieron en la "gracia de dar".
Bajo
la ley del Antiguo Testamento, Dios requería un diezmo (la décima parte
de los cultivos de una persona y de sus animales) para apoyar al templo
(Lv 27.30-32).
Cuando la nación se alejó de esta práctica, el Señor envió a Malaquías
para amonestarlos en cuanto a las consecuencias de desobedecer. Al
quedarse con el diezmo, estaban robando a Dios lo que era de Él por
derecho (Mal 3.8). Nosotros, por supuesto, no queremos ser culpables de quedarnos con el dinero que le pertenece a Dios.
Por
habernos designado como sus mayordomos y confiado sus recursos, Dios
espera que demos generosamente. Si confiamos a Dios nuestras finanzas,
sobresaldremos en la gracia de dar.
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