Reconozamos el día de descanso
El reino de Dios da un vuelco a todo -incluso a nuestra comprensión del tiempo.
por Winn Collier
Nuestras
vidas giran en torno a calendarios -ya sea que estén colgados en
refrigeradores o en nuestros teléfonos. Pero ¿son los calendarios más
que recordatorios y alarmas? ¿Pudiera la manera como organizamos
nuestros días ejercer una influencia poderosa en cuanto a cómo somos
formados como discípulos del Señor Jesús?
Un
detalle curioso que descubrimos por medio de la Biblia es la gran
importancia que Dios da a una sagrada comprensión del tiempo. Una de las
primeras cosas que santificó fue un simple día de la semana, el sabbat (Ex 20.8).
El tiempo es mucho más que un recurso para el consumo humano. Nuestra
postura con respecto al tiempo expresa lo que creemos (¿Es Dios el Señor
de mi vida, el Señor de mis días?), y también dónde ponemos nuestra
esperanza (¿Es Dios mi provisión, o tengo que arreglármelas por mi
propia cuenta?).
El
concepto del sabbat era fundamental para la comprensión de Dios por
parte del pueblo de Israel, fundamental para la práctica de su fe, y
esencial para su identidad como pueblo de Dios. Un día de cada siete,
debía detener su trabajo para descansar, adorar a Dios y disfrutar de
sus abundantes bendiciones con comida, familia y amigos. El sabbat era
el día en que hacían una pausa con la conciencia plena de que Dios ya
había hecho todo lo que era necesario para el bienestar de ellos. Si
confiaban en Dios podían descansar. Si confiaban en el amor de Dios
podían dejar de trabajar. La vida no dependía de sus esfuerzos, lo cual
era lo que proclamaba el sabbat.
Durante
los 40 años en el desierto, cuando Dios les proveyó milagrosamente el
maná, la provisión de Israel se duplicaba el día sexto para que en el
sabbat el pueblo no tuviera necesidad de afanarse trabajando, sino que
pudiera dar toda su atención a Dios. Era un día dedicado al deleite. Las
fuentes judías indican que muchos consideran al sabbat como el momento
para dejar de lado prácticas como el ayuno, el luto, e inclusive las
formas de oración más solemnes, y así dedicarse a festejar, al jolgorio y
a expresiones de agradecimiento. Es por esto que una de las oraciones
judías que se recitan en ciertos sabbats, le pide a Dios que "no haya
tristeza o dificultades en el día de nuestro descanso."
En el Nuevo Testamento se nos dice que la iglesia se reunía el domingo -"el primer día de la semana" (Hch 20.7, 8).
Como lo había sido el sábado, éste era de igual manera un día de
adoración, de descanso y de celebración, durante el cual los seguidores
de Jesús podían partir el pan, escuchar la enseñanza de los apóstoles, y
dar su contribución a una vida en comunidad que ponía a la vista de
todo el mundo hospitalidad y compañerismo radicales. El domingo se
convirtió en un modelo para el resto de la semana, ya que las oraciones,
el estudio de las Sagradas Escrituras y el compañerismo de ese día, se
derramaban a los otros seis días, creando un estilo de vida integral
acorde con Dios (2.42-47).
Mi
papá tiene recuerdos gratos de esta práctica; cuenta historias de cómo
su madre pasaba la tarde del sábado cocinando la comida del día
siguiente: sopa de patatas y zanahorias, judías verdes, y torta de
chocolate. De esta manera, cuando llegaba el domingo, ella no tenía que
preocuparse por cocinar, por el contrario, podía disfrutar de la
iglesia, de su familia, y de cualquier vecino que pudiera pasar por
casa.
No
obstante, es difícil dejar de trabajar y hacer un alto en nuestros
planes y actividades. Si quitamos nuestras manos del volante de nuestra
vida y dejamos nuestras responsabilidades, ¿qué evitará que todo salga
de control? Sin embargo, si creemos realmente que Dios nos sustenta, no
tenemos nada de qué preocuparnos. Nuestra vida no depende de nosotros.
Con nuestro primer día designado por Dios, el gozo, el descanso, y el
espíritu del sabbat sigue en nosotros, dándonos el regalo del tiempo
seguro en las manos de Dios, no en las nuestras.
En
el mundo hebreo, el "día" comenzaba en la tarde. En Génesis, leemos a
menudo el estribillo de la tarde y la mañana (el día primero), la tarde y
la mañana (el día segundo), y así sucesivamente. En otras palabras, los
hebreos comenzaban con el descanso. Cuando dormimos, nuestra
contribución es poca, y debemos confiar en Dios para que Él se ocupe
durante la noche de nosotros y de quienes amamos. El poeta George
MacDonald afirmó que "el sueño es lo que utiliza Dios para darnos la
ayuda que no recibimos cuando estamos despiertos".
Este
arreglo de la tarde primero fue precisamente la orientación con la que
vivieron Jesús y los escritores del Nuevo Testamento; nosotros hemos
volteado el modelo por completo. Nuestro día comienza con nuestra
actividad; nos levantamos pensando en las tareas y activando nuestras
energías para todo lo que nos disponemos lograr en el día. El día hebreo
comenzaba con la dependencia en Dios, mientras que nuestro día se
inicia con nuestros propios esfuerzos.
No
se me escapa el hecho de que nuestra cultura ha comenzado sutilmente a
deshacer esta postura del "primer día de descanso". Muchos de nosotros
tendemos a pensar en el domingo como el último día de la semana, en vez
del primero. De hecho, muchos calendarios nuevos presentan la semana de
esta manera, colocando el lunes (cuando nos preparamos) como nuestro
punto de partida, en vez del domingo (cuando desaceleramos). El lunes
es, por supuesto, el día que comenzamos otra vez nuestro trabajo -si es
que, en realidad, dejamos de hacerlo totalmente. Nuestro trabajo en el
mundo es noble y bueno, pero solamente cuando se pone en la perspectiva
correcta. Si creemos que nuestra semana comienza con nuestro trabajo
llegamos a ser definidos por lo que nosotros hacemos, en vez de lo
que Dios hace.
Tenemos
que reconocer al Señor como el gobernante de todos nuestros días, si
queremos combatir la fatiga de una vida que depende de nuestros propios
esfuerzos. Nuestra postura con respecto al tiempo puede orientarnos, o
bien hacia la gracia y el descanso, o bien hacia el esfuerzo propio y el
agotamiento. Eugene Peterson describe al proceso de esta manera:
"Experimentamos esta gracia [del tiempo de descanso] con nuestros
cuerpos antes de comprenderla con nuestra mente . . . Estamos poniendo a
nuestro cuerpo en un ritmo de génesis".
La
intención de todo esto no es volvernos legalistas en cuanto a la
administración del tiempo, es un intento para recordarnos que Jesús es
el Señor, incluso de nuestros calendarios. Es para recordarnos que
nuestra vida (nuestros días, nuestras semanas) no comienzan con nuestro
esfuerzo, sino con Dios.
DIOS BENDIGA TU VIDA CON GRACIA Y PAZ
Pr. DOLREICH ARTIGAS
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