Dr. Charles Stanley
Leer | Juan 14.16-18
"Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre" (Jn 14.16).
¿Ha
deseado usted alguna vez tener una línea telefónica de emergencia que
repique en el cielo? La verdad es que tenemos algo mucho mejor: el
Espíritu Santo vive en nosotros para ayudarnos.
La
noche antes de su crucifixión, el Señor Jesús dijo a sus discípulos que
estaba a punto de partir. La noticia probablemente los entristeció, a
pesar de que no era la primera vez que había hablado de su muerte. Pero
el Señor afirmó que les enviaría otro Consolador o Ayudador. La palabra
griega traducida como "otro" implica que el nuevo Ayudador sería como el
anterior -en otras palabras, un ser divino con acceso al Padre
celestial. Tal como lo prometió, el Espíritu de Dios vino a morar en
cada persona que recibe a Jesucristo como Salvador (Hch 2.1-4).
Nuestro
Ayudador tiene un papel distintivo dentro de la Trinidad. El Padre
reina sobre todo, en tanto que el Hijo está a su diestra intercediendo
por los creyentes. Mientras tanto, el Espíritu Santo nos capacita para
llevar a cabo la obra que Dios ha dispuesto que hagamos.
El
Padre celestial sabía que no podíamos obedecerle sin ayuda; es por eso
que Jesús dijo a los discípulos que permanecieran en Jerusalén hasta
después de la llegada del Espíritu Santo. Sea lo que sea que estemos
llamados a hacer en nuestra obediencia diaria, o en nuestra
responsabilidad para toda la vida, nuestro Ayudador nos brinda
dirección, y nos da fuerzas y aliento.
El
Espíritu Santo es parte de nosotros, más que nuestros huesos y nuestra
sangre. Somos privilegiados por tener un Ayudador divino que nos guía en
el camino de la voluntad de Dios.
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