Por Bill Crowder
Leer: Juan 13:1-11
"Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes". -Santiago 4:6
En
una Semana Santa, mi esposa y yo asistimos a una reunión en una iglesia
donde los participantes buscaban representar los sucesos que Jesús y
sus discípulos experimentaron la noche antes de que Él fuera
crucificado. Como parte del servicio, los miembros del personal de la
iglesia lavaron los pies a algunos de los colaboradores voluntarios de
la congregación. Mientras yo miraba, me preguntaba qué expresa más
humildad hoy: ¿lavar los pies de otra persona o que alguien lave los
nuestros? Tanto unos como otros, los que servían y los que eran
servidos, mostraban distintas imágenes de humildad.
Cuando
Jesús y sus discípulos se reunieron para la Última Cena (Juan 13:1-20),
el Señor lavó humildemente los pies a sus seguidores. Pero Simón Pedro
se resistió, diciendo: «No me lavarás los pies jamás. Jesús le
respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo» (13:8). Lavar los
pies no era un simple rito. También puede verse como una ilustración de
nuestra necesidad de ser limpiados por Cristo; una limpieza que nunca se
llevará a cabo si no estamos dispuestos a ser humildes delante del
Salvador.
Santiago
escribió: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes»
(Santiago 4:6). Recibimos la gracia de Dios cuando reconocemos su
grandeza, ya que Él se humilló a sí mismo en la cruz (Filipenses
2:5-11).
La posición más poderosa en la Tierra es la de rodillas delante del Señor del universo.
DIOS BENDIGA TU VIDA CON GRACIA Y PAZ
Pr. DOLREICH ARTIGAS
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