La desobediencia siempre trae
consecuencias negativas a nuestras vidas. Adán y Eva desobedecieron a
Dios cuando Él les recomendó que no comieran del árbol del conocimiento
del bien y del mal porque morirían espiritualmente, pero como ellos no
le obedecieron se dejaron seducir por la serpiente y pecaron. Si se
hubieran arrepentido, Dios los hubiera perdonado pero no lo hicieron,
por esa razón es que tuvieron que asumir las consecuencias de esa mala
decisión.
La tendencia que tenemos como seres
humanos es querer hacer nuestra voluntad, creemos siempre tener la razón
y queremos que las cosas se hagan a nuestra manera. Nos cuesta obedecer
a Dios y cumplir los mandamientos que nos dejó en su Palabra, no
respetamos a las autoridades impuestas por Él ni las reglas y
procedimientos que rigen nuestra conducta. Solo cuando tenemos que
asumir la responsabilidad de nuestros actos, llegamos a comprender la
importancia de la obediencia y de tomar en cuenta los consejos sabios
que en algún momento leímos en la biblia o nos dieron nuestros padres,
pastores y amigos. No sería necesario perder a nuestra familia, salud,
libertad, trabajo o ministerio para proceder correctamente, pero la
mayoría de las veces lo es; porque solo a partir de ese incidente
empezamos a valorar todo lo que tenemos y sobre todo lo que Dios quiere
hacer en nuestras vidas y a través de nosotros.
Yo sé que en mí, es decir, en mi
naturaleza pecaminosa no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es
correcto, pero no puedo. Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago.
No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. Ahora, si hago lo
que no quiero hacer, realmente no soy yo el que hace lo que está mal,
sino el pecado que vive en mí. Romanos 7:18-20 (NTV)
El Espíritu Santo es el único que nos da
la convicción de los pecados que aún moran en nosotros, por eso cada
día debemos ser más sensibles a su voz y a su presencia, debemos
reconocer que lo necesitamos, porque no es con nuestras fuerzas sino con
su ayuda y poder que obedeceremos a Dios, consagraremos nuestra vida a
Él, no cederemos al pecado, huiremos de toda tentación y cuidaremos
nuestra salvación.
En cambio, el Espíritu de Dios nos hace
amar a los demás, estar siempre alegres y vivir en paz con todos. Nos
hace ser pacientes y amables, y tratar bien a los demás, tener confianza
en Dios, ser humildes, y saber controlar nuestros malos deseos. No hay
ley que esté en contra de todo esto. Gálatas 5:22-23 (TLA)
Nuestros actos deben responder al
control que tiene el Espíritu Santo de todo nuestro ser, porque no
podemos producir nada santo apartados de Él.
DIOS BENDIGA TU VIDA CON GRACIA Y PAZ
Pr. DOLREICH ARTIGAS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario