Dr. Charles Stanley
"¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?" (Lc 6.46)
La palabra Señor
no debe utilizarse casualmente. Cuando aparece en relación con
Jesucristo, se refiere al Dios que es soberano sobre la vida y toda la
creación. En griego, este título para Jesús es kurios -aquel que gobierna la vida de otros para el bien de ellos.
Recuerdo
la vez que, estando hospitalizado hace algunos años, llegué a reconocer
que estaba allí porque Cristo no era el Señor de mi vida. Si alguien
hubiera estado observando mi vida en ese tiempo, probablemente le habría
parecido que yo estaba sirviendo a Dios con todo mi ser. Pues, estaba
sobrecargado de proyectos y planes para la obra del reino. Pero ese era,
en realidad, el problema. Cuando Dios me dijo que me detuviera, que
redujera la velocidad, o que hiciera algo diferente a lo que ya había
planeado, seguí adelante. Postrado en esa cama del hospital, estuve el
tiempo suficiente para que el Señor me recordara que Él era el único que
podía dirigir mi camino (Jer 10.23).
Usamos la palabra Señor
en la conversación y en nuestras oraciones, pero después olvidamos su
significado cuando desafiamos su voluntad y su trabajo en nuestra vida.
Nuestra resistencia es, por lo general, sutil. Por ejemplo, un creyente
puede poner condiciones para obedecer, diciendo: "Haré lo que Dios me
diga si...", o "Quiero hacer lo que es correcto, pero..."
La pregunta del Señor Jesús a sus discípulos en Lucas 6.46
debió haberse sentido como un puñal en el corazón: "¿Por qué me
llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?" Si hacemos una
súplica al Señor, tenemos que estar listos para obedecerle sin
pretextos. Él es quien nos gobierna para nuestro bien.
DIOS BENDIGA TU VIDA CON GRACIA Y PAZ
Pr. DOLREICH ARTIGAS
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