Dr. Charles Stanley
18 de diciembre de 2014
Un buen testimonio
Leer | Hechos 8.26-40
"Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús" (Hch 8.35)
Algunos
cristianos han adoptado una definición limitada de la palabra
testimonio. Hablar de Jesús es mucho más que contar nuestra historia de
conversión, o lo que ha hecho Dios en nuestra vida, aunque estas cosas
son importantes. Tenemos que estar preparados para dar respuesta a los
no creyentes en cuanto a su necesidad espiritual, aunque nuestra
historia sea muy diferente.
El
encuentro de Felipe con el eunuco etíope puede enseñarnos mucho.
Mientras que los jóvenes israelitas tenían quienes les instruían en la
fe, un converso extranjero normalmente tenía que arreglárselas por sí
solo para discernir el significado de las Escrituras. De allí la
pregunta: "¿Entiendes lo que lees?" Felipe demostró que entendía el
inconveniente del etíope. Esa pregunta le permitió descubrir que el
hombre tenía sed genuina de la verdad de Dios, pero que no sabía del
Mesías.
Felipe
utilizó esa información para ajustar el testimonio del evangelio a la
medida de aquel oyente. Pensemos en lo confundido que pudo haber quedado
el etíope si Felipe le hubiera contado solamente la historia de su
conversión. El evangelista evitó sabiamente toda información
irrelevante; en vez de eso, utilizó el poder de la Palabra de Dios para
conducir al hombre a Jesucristo.
El
testimonio de Felipe comenzó con el pasaje que estaba leyendo el
etíope. Habló de manera efectiva al interés espiritual del hombre, al
mismo tiempo que le respondió específicamente su pregunta en cuanto a Isaías 53.
Nosotros, también, debemos ser sensibles a las preocupaciones de no
creyentes, para que podamos explicarles cómo se ocupará Dios de sus
necesidades.
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