Por Bill Crowder
Leer: Salmo 32:1-7
"Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día". -Salmo 32:3
Mientras conversaba con una talentosa pianista, me preguntó si tocaba algún instrumento musical. Cuando respondí «toco la radio», se rio y quiso saber si alguna vez había querido aprender a ejecutar alguno. Avergonzado, contesté: «Tomé clases de piano cuando era niño, pero no seguí». Ahora, ya adulto, lamento no haber continuado. Me encanta la música y ojalá pudiera tocarlo hoy. Esa charla me trajo a la mente que la vida suele estar determinada por las decisiones que tomamos... y algunas de ellas producen remordimientos.
Hay otras decisiones que generan remordimientos mucho más graves y dolorosos. El rey David lo experimentó cuando decidió acostarse con la esposa de otro hombre y, después, asesinarlo. Así de devastadora describió la culpa que lo agobiaba: «Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano» (Salmo 32:3-4). Pero después reconoció su pecado, se lo confesó a Dios y fue perdonado (v. 5).
Solo Dios puede concedernos la gracia del perdón cuando nuestras decisiones nos han producido remordimientos dolorosos. Y solamente en Él encontramos la sabiduría para tomar decisiones mejores.
El perdón de Dios nos libera de las cadenas del remordimiento.
DIOS BENDIGA TU VIDA CON GRACIA Y PAZ
Pr. DOLREICH ARTIGAS
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