Por Bill Crowder
LEER: Juan 15:1-13
"El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer". -Juan 15:5
En
Estados Unidos de América, el cuatro de julio es un feriado nacional en
el cual se encienden las barbacoas en el patio, las playas se llenan de
gente, y las ciudades y los pueblos tienen desfiles y fuegos
artificiales, reuniones al aire libre y celebraciones patrióticas. Todo
esto se hace para recordar la fecha en que las colonias del país
declararon su independencia.
La independencia apela
a todas las edades. Significa «ser libre del control, la influencia, el
respaldo y la ayuda de los demás». Por eso, no sorprende que los
adolescentes hablen de lograr su independencia. Muchos adultos tienen la
meta de ser «independientemente ricos». Y los ancianos desean mantener
su independencia. Que una persona sea alguna vez realmente independiente
es tema de debate para otro momento y lugar... pero suena bien.
Procurar
la independencia política o personal es una cosa, pero atreverse a
perseguir la independencia espiritual genera problemas. Lo que realmente
necesitamos es reconocer y aceptar nuestra profunda dependencia
espiritual. Jesús declaró: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados
de mí nada podéis hacer» (Juan 15:5).
Lejos
de ser autosuficientes, somos total y eternamente dependientes de Aquel
que murió para darnos la libertad. Cada día es nuestro «día de la
dependencia».
Nuestra mayor fortaleza está en depender de nuestro Dios fuerte.
DIOS BENDIGA TU VIDA CON GRACIA Y PAZ
Pr. DOLREICH ARTIGAS
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