Por David H. Roper
Lectura: Salmo 15
"Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada -1 Crónicas 29:17
El
otro día, mientras estaba en un cementerio, pasé frente a un epitafio
en una tumba, que decía: «J. Holgate: Un hombre honesto».
No
sé nada de la vida de ese hombre, pero, como su lápida estaba
inusualmente ornamentada, supongo que habrá sido rico. Sin embargo, al
margen de lo que haya logrado durante su vida, se lo recuerda por una
sola cosa: haber sido «un hombre honesto».
El
filósofo griego Diógenes pasó toda su vida investigando sobre la
honestidad, y finalmente, concluyó que era imposible encontrar una
persona con esa cualidad. Los honestos son difíciles de encontrar en
cualquier época, pero ese rasgo es uno de los más grandiosos. La
honestidad no es la mejor política, sino la única, y la que distingue al
hombre o la mujer que vive en la presencia de Dios. David escribe:
«Señor, [...] ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en
integridad...» (Salmo 15:1-2).
Me
pregunto: ¿Soy digno de confianza y honesto en todos mis asuntos? ¿Mis
palabras suenan verdaderas? ¿Hablo la verdad en amor, o falseo y tuerzo
los oscurezco de vez en cuando o exagero para enfatizar algo? Si es así,
debo acudir al Señor con toda confianza y pedirle que me perdone y que
me dé un corazón honesto, para que la veracidad se convierta en una
parte esencial de mi naturaleza. Aquel que comenzó la buena obra en mí
es fiel, y lo hará.
Vive de tal modo que, cuando los demás piensen en la honestidad y la integridad, te recuerden a ti.
DIOS BENDIGA TU VIDA CON GRACIA Y PAZ
Pr. DOLREICH ARTIGAS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario