Dr. Charles Stanley
"No te desampararé, ni te dejaré" (Hebreos 13.5).
Todos
nos sentimos solos de vez en cuando. La mala salud, un horario de
trabajo exigente, circunstancias difíciles, mudarse a otro lugar o
cambiar de trabajo, pueden hacer que nos sintamos solos. Pero después de
un tiempo, la sensación desaparece.
Sin
embargo, el sentimiento de soledad es diferente al aislamiento; este
último implica un sentido de separación de las personas que puede
acentuarse con el tiempo. En este estado, se nos hace más difícil
relacionarnos, y más fácil dejar de buscar la compañía de los demás.
Cuando
nuestra mente comienza a decirnos que nadie se interesa por nosotros,
levantamos un muro alrededor de nuestro corazón. Cuanto más nos
aislamos, peor nos sentimos. La paz mental nos esquiva, y la soledad nos
abruma.
Dios
no desea que vivamos aislados. Desde el comienzo, ha querido que
disfrutemos de una relación con Él, y entre unos y otros. Primero creó
una relación personal con Adán, y luego le dio a Eva. Nuestro Creador
sabía que no era bueno que viviéramos aislados (Gn 2.18).
Observemos
el orden: la intimidad con Dios se antepone a la intimidad con los
demás. En ausencia de una relación personal con Él, la persona nunca
está verdaderamente en paz. La única manera de estar conectados al
Padre, es confiar en el Señor Jesús como Salvador (Jn 14.6).
Toda persona que pone su fe en Él, recibe una nueva naturaleza, se
convierte en miembro de la familia de Dios y experimenta su paz (1:12; 14.27). Si usted nunca ha aceptado la invitación de Cristo, puede orar ahora mismo para convertirse en hijo de Dios.
DIOS BENDIGA TU VIDA CON GRACIA Y PAZ
Pr. DOLREICH ARTIGAS
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