"Considerad
a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para
que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar" (Hebreos 12.3).
A
veces la vida puede parecer un largo y oscuro túnel. Tal vez no podemos
descubrir la solución para un problema, o no podemos encontrar alivio
al dolor. Independientemente de la dirección que tomemos, no podemos
encontrar esperanza para nada mejor que nuestras circunstancias
actuales.
Afortunadamente,
servimos a un Dios que siente nuestro dolor y conoce nuestras
limitaciones. Jesucristo caminó por el valle de sombra de muerte, y
clamó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" ( Mr 15.34).
Esto significa que cuando nuestra fe llega al límite, nuestras fuerzas
se agotan, y nuestros sueños se hacen añicos, Jesús lo entiende. Él nos
pide que perseveremos, aun cuando queremos renunciar.
Renunciar
no es más que abandonar la ayuda de Dios para valernos de nuestras
propias fuerzas. Tratamos de manipular una situación o simplemente
evitar el dolor. En esencia, elegimos creer que Satanás, con su poder
terrenal, es más poderoso que Cristo dentro de nosotros ( 1 Jn 4.4).
Por supuesto, el diablo no es más poderoso, pero nosotros dejaremos que
gane una batalla si renunciamos a la seguridad de que Dios nos ayudará
en la dificultad. Cuando tenemos esa actitud, perdemos la bendición del
Padre y limitamos nuestra utilidad en su reino.
Aunque
no podamos detectar su presencia, Dios está actuando en cada detalle de
nuestro problema. Pero tenemos que confiar en su tiempo perfecto para
que nos muestre la respuesta. El Padre celestial conoce su dolor, y Él
vendrá a su auxilio en ese oscuro túnel. No se rinda antes de recibir su
bendición.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario